Por: Abigail Arredondo Ramos
Columna Publicada en El Universal Querétaro
Vaya fenómeno se está dando en América Latina. El triunfo de Javier Milei en las primarias de la elección presidencial de Argentina, son una muestra del extremismo que está permeando en nuestra región.
A finales del siglo pasado, el politólogo Norberto Bobbio publicaba su obra: “Derecha e Izquierda”, en la que abordaba la disipación de los extremos en la política de partidos. Comentaba que varios partidos de Europa y América habían abandonado la distinción clásica entre derecha e izquierda para definirse hacía proyectos de centro. Dicho fenómeno no era casualidad, después de las barbaridades cometidas por el fascismo en la segunda guerra mundial, los abusos de la URSS y los riesgos de la guerra fría que tuvo en vilo a la humanidad; era lógico que las posturas se atenuaran y se escogieran gobiernos más neutrales.
No obstante, ¿Quién se imaginaría que casi un cuarto de siglo después, esa distinción no solo regresaría, sino que se fortalecería en la definición de América Latina?
El triunfo de Javier Milei en las primarias de Argentina es un hecho inesperado y llamativo. En primer lugar, porque la personalidad del sujeto es controversial, quien se ha distinguido en medios de comunicación por manejar un tono abiertamente confrontativo. Pero, además, por su agenda política, que se caracteriza por un liberalismo absoluto que ataca la diversidad sexual y el papel del Estado en la vida privada.
Ello lo ha colocado, a él y a su partido, en la categoría de la extrema derecha, sumándose a otros personajes políticos que también han adoptado posiciones similares para atender temas sensibles, como el presidente Nayib Bukele de El Salvador, con su estrategia de combate a las pandillas o el exmandatario Donald Trump, con su postura del muro para detener la migración.
En contraste, la izquierda se mantiene presente en los ya tradicionales gobiernos socialistas de Cuba y Venezuela, pero además, ha sido impulsada por la “nueva ola” de gobernantes antisistema como: Daniel Ortega en Nicaragua, Gustavo Petro en Colombia, Lula Da Silva en Brasil, y López Obrador, aquí en México.
No obstante, todos estos personajes tienen un común denominador: sus triunfos se los deben a su carisma y excentricidad.
Basados en atacar las acciones del pasado, pregonan por un cambio de raíz y una “gran transformación”, misma que, cabe decir, pocas veces se consolida. No obstante, esa idea de cambio es lo hace que la gente vote por ellos y les permita llegar al poder. De ahí que, más allá de que estén creciendo posturas ideológicas, lo que ha crecido, y mucho, es el populismo.
Sin duda la dualidad izquierda vs. derecha sigue vigente; pero ella no resuelve los grandes problemas de la región, como el desabasto del agua, los efectos nocivos del cambio climático, el narcotráfico global, la migración masiva y forzada, la pobreza alimentaria, las pandemias, etc. Un ejemplo, el problema de la violencia, ¿Cómo lo atendemos? ¿con una política de tolerancia cero, como la de Bukele? o ¿apelando a los abrazos y no balazos, como la de Obrador? La disyuntiva es difícil y, frente a ésta, no hay salidas rápidas o sencillas.
Por ello, considero que debemos optar por gobiernos de centro, gobiernos que partan del equilibrio, del respeto a la democracia, a las instituciones y al estado de derecho.
Por el momento, el tablero político se ha movido. Veremos cómo avanzan las cosas en América Latina y si estos resultados darán paso a resolver las necesidades de nuestra región o si, por el contrario, nos llevarán a la eterna confrontación de dos grandes bloques: la izquierda vs. la derecha.